Hablándolo con una amiga, empleada y experta en el sector, me decía que el mundo de la construcción vive un momento dulce. La pandemia no sólo no ha paralizado proyectos, sino que los ha ampliado, hasta el punto de encarecer sobre manera los costes de materiales, entre otros.
En estos días en que se ha hecho realidad la vuelta a la oficina después de tanto tiempo, caminando por el polígono donde está la sede de mi empresa, puedo constatar que ello es cierto. Unos cuantos edificios de oficinas, se levantan a marchas forzadas, quizá porque confian en que dentro de muy poco tiempo, la demanda de espacios de trabajo vuelva a incrementarse después de estar bajo mínimos como consecuencia del teletrabajo.
Todo vuelve, hasta las obras. Motor de una economía que desde hace años encuentra uno de sus pilares fundamentales en la fuerza del mortero. Nunca mejor dicho.
País de ladrillo, residencial o industrial. Nada nos pone más que las grúas, las hormigoneras amasando el cemento, y los empleados con mono y casco, dando colorido a los restaurantes de menús. Estampa de sol y sombra. Natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario