Siempre se ha dicho que somos un país de contrastes.
Que gracias a su diversidad, mostramos al mundo un patrón ecléctico, lo suficientemente amplio como para no caer en la monotonía que supone ser una sociedad equiparada.
Dicen que eso es una ventaja comparativa. Dicen que eso nos hace más atractivos.
Hacemos gala a eso que dicen, sí.
Hoy empezamos diez días de luto oficial, decretados por las altas instancias, como homenaje a los caídos, que no son héroes y casi son anónimos, pero que pese a todo, pensan en nuestras conciencias.
Aunque quien salga a la calle estos días verá que ese peso es más bien liviano.
Justo para honrar a nuestros muertos, en el momento de iniciar el homenaje, todo el país estará en otra fase.
No fase una, dos o tres.
Estará en fase de ver abiertos los bares, aunque sea con aforo limitado.
Y así manifestaremos nuestro hondo pesar.
Abrevando con zumo de cebada u otros destilados, sentados no al calor de un bar, sino al frescor de sus terrazas.
Será nuestra más sentida muestra de respeto. Afligidos por pérdidas irreparables, como irreparables son los modos en que muchos de ellos se han marchado para siempre, sólos.
El muerto al hoyo y el vivo al bollo.
Y mientras que nos den de beber. Que la vida sigue.
Contrastes puros. Genio y figura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario