Como era de esperar, el pasado sábado reaccionamos todos como si fuésemos una manada de potros desbocados que una vez le alzan la cancela, salen en estampida al campo abierto para trotar hasta saciarse.
Con las calles aún ausentes de coches, nos movíamos en trayectorias erráticas, buscando espacios por los que caminar o correr, intentando en la medida de lo posible no cruzarnos con nadie. Por un momento pensé que todos juntos protagonizábamos una secuencia de The walking dead.
Con máscaras o sin ellas, cada uno equipado en la vestimenta que precisó necesaria. indumentaria con la que acomenter el gran momento: el de recobrar al fin la libertad, aunque sea todavía vigilada.
Era además un día soleado, de temperatura agradable. La fiesta era completa. Pero no.
Al poco de salir a caminar por la tarde, noté como las pelusas clásicas que aparecen en primavera se multiplicaban por todas partes flotando en el ambiente, a sus ancha. Polinización pura y dura. Aire reseco y lleno de polvillo microscópico. La bomba alérgica de todas las primaveras ya estaba aquí, con un mes de retraso.
Este año la primavera ha empezado en mayo. Y gracias al confinamiento las alergias se han postergado, nos han dado cuatro semanas de respirar bien, sin narices congestionadas ni ojos rojos. Una cárcel que ha sido una barrera protectora, no solo para el bicho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario