Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




martes, 28 de febrero de 2017

Autorretrato


   Cuando tenía doce pensé en la edad que tendría en el año dos mil y me salieron veintiocho. Fui un niño tan enfermizo que debí agotar el cupo e inmunizarme con tanto achaque; ahora de adulto casi ni me acatarro. Me llamo Domingo, como mi abuelo; de él he heredado su nombre y sus orejas de soplillo. De pequeño comía a escondidas leche condensada a cucharadas de la lata que siempre había en la nevera en casa. No siento nostalgia de mi niñez ni deseo de volver a ella salvo en la facilidad que tenía de dormir muchas horas seguidas. Leí La Metamorfosis de Kafka con 13 años. Siempre pienso en el futuro aunque no haga mucho por asegurarlo. No me gustan los bancos; guardo muy poco dinero en ellos y no les pido préstamos que me aten de por vida. No tengo novia, ni casa, ni coche, ni perro. Vivo al día y viajo ligero de equipaje. Solo pesan en mi vida mis libros, en mis mudanzas y en mi conciencia. Quiero a mi familia y a mis amigos pero me gusta mantener mi espacio, en la distancia también me importan. Me gustan las chicas de piernas largas. Cada vez aprecio más el silencio, por eso asesinaría con gusto a mi vecina de arriba. No soy ambicioso ni compito con nadie. Me encantan los animales y sufro si les hacen daño. No puedo salir de casa sin hacer la cama, ni irme a dormir sin dejar lavados los platos. Cuando me preocupa algo salgo a caminar sin rumbo hasta que el cansancio de mis pies libera a mi cabeza. Me encantan los viajes cortos, después de una semana echo de menos mi cama. He firmado para que declaren a la Cuesta de Moyano, patrimonio de la Humanidad. Me encantan las sopas de fideos, incluso en verano, como a la madre de Mafalda. Siempre voy en vaqueros. No entiendo a la gente que espera veinte minutos al autobús para bajarse dos paradas después. Si te oigo decir que algo te mola mazo te doy con uno en la cabeza. Siempre que vuelvo a Milán siento que vuelvo a casa. Cuando veo a mi ahijado construir cosas con su Lego, yo recuerdo cuando hacía lo mismo con el Tente. No voy a los bares cuando hay fútbol. Me gustan los trasteros para mis fantasías eróticas. Me deprime quedar con mis amigos y sus hijos en plan familiar. Me gustan las albóndigas de mi madre. Cuando voy en bicicleta me gusta subir cuestas pero me da miedo bajarlas. Echo de menos el pueblo de mi ex. Cada año dicen en mi empresa que será el último, y así llevo catorce años trabajando en el mismo sitio. No juego al pádel. Tengo todos los discos de Bruce Springsteen. Casi no llamo por teléfono con mi móvil. Adoro la Feria del libro. Me gustan las películas antiguas italianas de Don Camilo y el honorable Peppone. Cada vez voy menos al rastro. Me gusta oír la radio por las noches. Nunca me he afiliado a ningún partido. Si no madrugo los domingos, siento que no he aprovechado el fin de semana. Soy padrino de dos niños: de una de mis sobrinas y del hijo de mi mejor amiga. No soy caprichoso. No se cocinar y cuando veo programas de cocina por la televisión, cambio de canal. Juego con mis sobrinas al coche amarillo. Odio la pana. No me acuerdo de lo que sueño, aunque siento que sueño porque noto que mi cabeza bulle. Me encanta visitar catedrales. No tengo carnet de conducir ni intención alguna de sacármelo, y sin embargo me encantan las carreras de coches. Me gusta la pintura abstracta. No me gusta comprar por internet. Me gustaba más donde estaba antes la estatua del Oso y el Madroño. Si escucho una conversación ajena en el metro o en un bar me siento incómodo y trato de abstraerme. No me gustan las camisas de manga corta. Un dos tres, escondite inglés, me fascina ver a los críos jugar todavía a eso. Solo me gusta la mortadela si lleva aceitunas. Si quedamos en el Museo del Prado, te espero en la sección de cuadros de El Greco. Cada vez que veo una mariposa blanca me acuerdo de mi abuela. De niño no quise ser astronauta, sino médico, hasta que un día vi un accidente de tráfico y la sangre y los gritos de los accidentados me quitaron la idea de la cabeza.Cuando me jubile y tenga todo el tiempo del mundo, solo espero mantener las mismas ganas de leer que ahora tengo: de mayor quiero ser lector.

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