Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




domingo, 26 de febrero de 2017

Visitar al verdugo

 Aquella tarde al salir del colegio estaba exultante. Mi madre estaba esperándome a la puerta. La razón era simple, tenia que acompañarme a la tienda donde estaban dando los últimos ajustes al que sería mi traje de comunión. En apenas unas semanas llegaría el domingo tan esperado. La emoción, los nervios, estrenar el traje, pensar en qué me regalarían... Si tuviera que decir alguna etapa de mi vida que fuese especialmente  dichosa, seguramente esta sería una de ellas.

 Sin embargo cuando llegamos a casa la alegría de repente se tornó en preocupación.  Mi hermano mayor, que estaba sólo en casa con mis otros dos hermanos pequeños, nada más abrir la puerta mi madre, nos saludó con mensaje escueto: "han disparado al papa ".

 Se borró de ese modo mi alegría y mi sonrisa; aquella  tarde del trece de mayo del ochenta, fue una tarde de radio, esperando noticias sobre la vida de un hombre mayor del que se temía que no lograse superar las heridas que tres disparos realizados por un tal Mehmet Alí Ağca le habían infringido, especialmente la de la bala que le alcanzó en el estómago. Con aquella incertidumbre llegaron las noticias del Telediario, donde las primeras imágenes del magnicidio ponían los pelos de punta al observar con qué impunidad el asesino habia ejecutado su plan en mitad de la muchedumbre.

 Pasaron los días, las semanas y yo hice mi comunión y aquel hombre salvó, casi contra todo pronóstico la vida, según él gracias a la intercesión de la Virgen de Fátima, cuya festividad es el trece de mayo. Después de aquello aquel papa polaco vino a España y como si fuera un grupo de música llenó el Bernabeu hasta los topes alzado en volandas  por aquel grito  Totus Tuus . Era sin duda  un hombre excepcional, cercano, hasta el punto de asombrar al mundo con la visita que haría poco después al que había pretendido ser su verdugo, apenas dos años antes, en la Plaza De San Pedro.

 Nunca entendí aquel gesto. ¿Cómo puede perdonarse a quien ha intentado matarte? He visto muchas veces la escena de Wojtyla y Ağca hablando cogidos de la mano detrás de las rejas de una celda oscura y siempre me he preguntado qué puede mover a alguien a querer comunicarse cara a cara con quien ha atentado contra lo más valioso que tenemos, como es la vida propia. ¿Sería capaz yo de hacerlo?, ¿Sería capaz de asistir a un encuentro como los que se organizan entre familiares y víctimas y los terroristas de ETA?

 Me he acordado de Wojtyla y su calvario cuando se ha conocido el último episodio del lamentable asesinato de la joven sevillana Marta del Castillo. En lo que es un gesto de desesperación por cerrar de una vez este caso, el padre de la víctima ha acudido a la cárcel para hablar cara a cara con el asesino de su hija, y preguntarle donde está el cuerpo, única manera de proporcionar descanso a una familia sometida a una destrucción emocional total. Preguntado a la salida del presidio, y tras dar cuenta de lo hablado, el padre confesó que al despedirse le había dado la mano a Carcaño para despedirse.

 Dicen que el perdón engrandece. Detrás de muchas de estas actividades hay un fin terapéutico que persigue asimilar el hecho y pasar página, afrontando la realidad ante quien atentó contra la integridad y la vida de uno mismo o de un ser querido. Sea por una cosa u otra es la mente humana la que gestiona emociones y sentimientos, que unidos a la memoria y los recuerdos son la base que nos articula como personas, aunque a veces lo haga de una forma verdaderamente inexplicable, al menos para mí.

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