Movido por impulsos, esos que invitan a actuar como si se tratase de una orden.
Aunque no dejes de hacer lo que tienes entre manos, dale salida, ponlo en la montonera, arriba. Tiene prioridad, más por quedarte tú agusto que por hacer, en realidad, favor alguno.
Pareces una máquina, a la que aprietan un botón y hacen su selección: su café, gracias. Sirves y te sirves en bandeja. Das y no pides nada a cambio; aunque pones cariño en el empeño, ejecutas con esa frialdad maquinal.
¿Altruismo? No sabría decir. Cómo el ser desinteresado hace feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario