Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 23 de junio de 2023

Batiscafo

 Mi fascinación por los fondos marinos comenzó gracias a Tarzán, al que curiosamente jamás vi bañarse en sus películas en el mar. Siempre nadando y buceando con los hipopótamos en los ríos de la jungla, me dejaba anodadado lo que aguantaba debajo del agua, sin respirar.

 Eso más adelante me llevó a interesarme por la apnea o el buceo a pulmón, observando cómo sin oxígeno alguno, con la única guía de una cuerda,  mujeres y hombres se adentraban mar abajo, decenas de metros, siendo capaces de estar varios minutos allá.

 De aquellos lodos vinieron los barros de Jacques Cousteau, del que era fan incondicional, sin perderme ninguna de sus expediciones a bordo del Calypso.  Defensor de los mares y sus especies, a través de sus documentales me fue surgiendo la fascinación por los fondos marinos más profundos y sus imposibles criaturas,  habitantes de un mundo sin luz.

 En uno de esos fondos, aunque apenas a cuatro kilometros de profundidad, se encuentran los restos del barco mas fascinante de la historia, el mismo que después de llevar mas de cien años bajo las aguas, sigue cautivando a propios y extraños, generando una curiosidad que lleva a organizar expediciones por ocio, como la que ha malogrado la vida de cinco personas, a bordo de  Titán, un pequeño submarino habilitado para tales efectos.

 Fue con el comandante Costeau cuando oí por primera vez la palabra batiscafo, la misma que empleé para hacer una redacción en clase, con apenas ocho añitos, cuando cursaba tercero de la antigua Educación General Básica; no fue difícil documentarme sobre las características de semejante nave acuática, ideada para deslizarse por lugares complejos, bajo una presión enorme sin descomponerse. Cuando algo se hacer por gusto e interés, sale literalmente sólo. 

 De todos estos intereses casualmente nunca ha nacido en mí la necesidad de aprender a bucear o ver la manera de poder embarcarme en algún tipo de actividad subacuática.  El mar me impone un respeto absoluto, con su inmensidad y fuerza, capaz de destrozar todo a su paso con sus olas gigantes. Amor y respeto. Mucho.

 Por eso dudo que nunca me embarcara en una aventura como la de estos malogrados exploradores del Titanic, que han visto cómo su sueño de pasar cerca de los restos del pecio, ha terminado por adelantar el fin de sus existencias, a bordo de un basticafo que implosióno. Descansen en paz, aventureros y curiosos. Sobre si es criticable o no esta especie de turismo de riesgo, tan en boga de un tiempo a esta parte, lo dejo para otros más avezados en estos temas.

 

 

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