Hay quien duda del origen de la Covid que nos trae a todos de cráneo. Conspiranoicos que ven mano negra detrás de la propagación del virus. Negacionistas que ven además, un mecanismo de control y coacción. Nada de lo que se nos cuenta, es lo que dicen que es, o lo que parece.
Otros se han abonado a la moda del terraplanismo. Curiosa la corriente que duda de la esfera en la que vivimos, y por extensión, tampoco se creerán las características y singularidades del sistema planetario, tal y como lo conocemos. Ya no estamos en órbita. Quién sabe que hará esta especie de disco volador en el que vivimos en mitad del espacio. Adios a Copérnico, Galileo y Képler.
Las últimas dudas afectan a la erupción del Cumbre vieja de La Palma, cuyas imágenes espectaculares a la par que terribles, con su lengua de fuego destructora cayendo ladera abajo, son para muchos, un montaje. Desde que cayeran las Torres gemelas en NYC, hace ya la friolera de veinte años, para muchos, detrás de cada retransmision televisiva hay un pantalla de humo y una escenografía bien preparada, con todo lujo de detalles, que busca desviar la atención de la dura realidad y sus problemas acuciantes. Como si el mundo fuese un estudio de ficción. Si Kubrick levantase la cabeza.
Son los nuevos escépticos, afines a todo tipo de ideas, incluídas las más estrambóticas, alérgicos siempre a creencias aceptadas. Hasta para dudar y poner en tela de juicio las cosas, hay que ser original.
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