Otra Semana Santa que es historia, amenizada por el buen tiempo y la visita de un hermano que me ha hecho pisar poco la casa y mucho el centro y las tiendas de la Calle Preciados.
Viene al pelo el nombre de la calle, la que recuerda a las viejas galerías comerciales, más famosas por sus tortuosos devenires que por la calidad de su género.
Preciados momentos en compañía de un ser querido que hacen de la fecha del calendario un momento agradable y no un trámite.
Lunes de resaca, de falta de sueño, que no de ingestas; pocas ganas de empezar la semana pese a que el calor y el buen tiempo siguen acompañando e invitan a la alegría y el optimismo. Todos queremos que llueva, pero no queremos quedarnos sin tan estimados rayos de sol y tan buenas temperaturas.
Momentos. La vida se hace valer gracias a la suma de momentos preciados. Son los que nos dan vidilla, lo que nos llevamos cuando toque irse. Hacer recolección de ellos, es una obligación.
Apenas pasan quince minutos de las diez de la mañana, y el segundo café sigue sin hacer efecto. Pocas ganas de darle a la tecla y de hacer algo productivo. Con eso y con todo, la sonrisa no se borra de la cara, pese al madrugón y el atasco, antesala de la jornada en la oficina. Empezamos bien la semana.
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