Batalla campal

 Veo con perplejidad la tangana que se organizó ayer noche en un partido de baloncesto en los minutos finales, consecuencia casi imposible de evitar, dada la tensión reinante que había entre los dos pretendientes dentro de la cancha de juego. Bastaba cualquier chispa, para que se desatase la tormenta.

 Tan grande fue el número de jugadores descalificados por los colegiados, que dieron por terminado el partido, cuando quedaba más de un minuto para acabar el encuentro.

 Hoy todos los medios se hacen eco del lamentable suceso, reproduciendo unas imágenes que quedan muy lejos de lo que es el deporte. Entre las crónicas hay un término que se repite con insistencia, el de batalla campal, si bien no parece que tenga sentido aplicarse en este lance. 

 En esencia no es correcto emplearlo en situaciones como la de anoche porque en las batallas campales los contendientes eligen el emplazamiento donde va a producirse la refriega. La de anoche no fue un acto premeditado sino, más bien, una consecuencia sobrevenida de una situación colmada de nervios y tensión. En resumen, no hay batallas campales espontáneas.

 Tal vez fuese más correcto emplear el término escaramuza, o simplemente el de alboroto o calentón que terminó en bronca o con el que se llegó a las manos y a los puños; se ajusta más a la realidad de una situación sobrevenida y no planificada. Como licencia, podría emplearse en sentido figurado, por aquello de establecer un símil entre una lucha real y otra que es deportiva, pero ese no es el caso de lo que  puede leerse en muchas crónicas de hoy.

 El deporte y sus comentarios, llenos de frases hechas y topicazos que darían para escribir todo un libro de estilo y de buenas formas.