Hurtado y sus gafas de pasta de fondo,
imagen borrosa de colorines
runrún de sesteo,
hasta que la sandía
obligue a pasar al excusado.
Cantinela de tardes
de verano a la sombra,
escondidos cual topos,
a la espera del declive
de un Lorenzo que pica,
inmisericorde.
A oscuras casi,
reviven las calles
y los grillos y sus cantos
ponen la banda sonora
de una película de tertulias,
hasta las tantas.
Horarios que cambian
para cubrir las horas
de unos días,
donde no hay más obligación
que parar e intentar descansar.
Cambio de marchas.
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