Verte obligado a pasar tanto tiempo en casa, a veces da para mucho. Miro a mi alrededor y veo que todos lo llamamos casa, pero pocos seguramente puedan decir que el lugar donde viven es un hogar.
Hogar en el sentido que nos inculcaron nuestros padres, ese sitio donde estabas a resguardo de todo lo que pudiera pasar ahí afuera, como si las paredes que delimitasen la casa fueran un fortín inexpugnable donde mandaba el capitán, si bien era la mayor parte de las veces una capitana la que se ponía en el puesto de vigía y contenía a las hordas enemigas.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que no valoro nada de lo que tengo en su justa medida. Tengo casi sesenta metros cuadrados a mi disposición, un dormitorio que me sobra para mi solo y un baño que solo utilizo yo. Donde quedarán aquellos tiempos en que ocho,( más el perro), vivíamos en una casa de noventa metros cuadros con un solo cuarto de baño en el que había que esperar turno para poder hacer uso de él.
Tiene gracia pero nunca hubo problemas con eso, ni fue motivo alguno de solivianto de la convivencia; para colmo y encima estaba más limpio de lo que está ahora el mío, cuya puesta al día se me hace bola cuando es lo más simple del mundo.
Ahora que paso tiempo en casa, y lo hago además solo, me vienen a la cabeza ruidos de aquellos años; ronquidos, ladridos de perro, pescadillas en harina pasadas por la sarten en la cocina, centrifugados de lavadora a todas horas, (un milagro que esa lavadora durase once años con una media de dos lavados diarios), discusiones de los vecinos, o gritos de goool, viendo algún partido... Todos ahora se ahogan en un silencio que siempre me parecía preciado cuando llegaba a mi piso, y que ahora me resulta triste por darme cuenta de que es parte de una soledad que es preciada cuando la buscas pero es dolorosa cuando te la imponen.
Quizá ese exceso de indivualismo que tanto predicamos con nuestros actos, tuviera un punto de inflexión en momentos como los que ahora vivimos. Lo dejo en ese simple quizá. Algún día volverán las aguas a su cauce, y volveremos a ser tan egoistas como hasta ahora, o todavía más. Pero mientras eso ocurre, este silencio diario que cae rotundo con todo su peso, me hace pensar, y me lleva a ese punto de nostalgia que trae el recuerdo de un tiempo en que tuve un hogar y no estas cuatro paredes con las que cohabito, a ratos.
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