viernes, 27 de marzo de 2020

Pavelic



 Verdaderamente impactante, leer el artículo que publica hoy El País, titulado: Visnja Pavelic, la hija del genocida: medio siglo recluida en su piso de Madrid, en referencia a la hija de Ante Pavelic, afincada en Madrid hasta su fallecimiento en dos mil quince.

 Con la lectura del artículo, no he podido evitar recordar el trabajo de C.O.U. en la asignatura de Historia contemporánea que me pidió realizar mi profesor de entonces, tristemente ya fallecido, Maximino. Aquel trabajo que en esencia buscaba explicar los motivos de la terrible Guerra de los Balcanes, de cuyos ecos no terminamos de librarnos hoy, treinta años después de que surgiera el conflicto, me llevó por sinuosos caminos de la historia de ese país ficticio llamado Yugoslavia, que no fue otra cosa que un polvorín encubierto bajo el amparo del paraguas que ofreció la figura de Josef Broz (Tito), principal arquitecto de un régimen comunista que difícilmente pudo sobrevivir a su muerte, aunque viviese diez años más anclado en su gran mentira, hasta que el conflicto surgiera a principios de los años noventa.  

 Tirando del hilo y buscando en las raíces de la inquina y animadversión que croatas y serbios principalmente se han manifestado a lo largo de muchos años, no tardé en toparme con la figura de Ante Pavelic, político y dictador, fundador del Movimiento revolucionario de levantamiento croata, Ustacha, en la década de los años treinta, y que se erigió en caudillo o poglavni, del Estado Croata en los ominosos años de la Segunda Guerra Mundial, alineando a su país entre los incluidos en el Eje, o lo que es lo mismo, como aliado de la Alemania Nazi en el conflicto.

 De cómo gobernó el país en los primeros años de la década de los cuarenta, hasta que fue liberado de su yugo, dan cuenta testimonios de la época, así como una abundante bibliografía al respecto, que no duda en retratar a Pavelic como un nazi más, ejecutor de al menos trescientos mil civiles, especialmente en su principal campo de concentración en Jasenovac, donde fueron esclavizados, torturados y masacrados, romaníes, judíos y principalmente serbios, y es que el suyo, además de aliado de la locura expansionista nazi, fue un régimen dictatorial que principalmente alimentó el odio y rechazo de todo lo serbio.

 Escondido en un monasterio jesuita en Italia tras su derrocamiento, embarcó en un buque en Génova que le llevaría hasta Argentina, aprovechando las facilidades que ofrecía la denominada ruta clandestina Ratline, gracias a la cual otros conocidos genocidas, (Adolf Eichmann, Joseph Mengele, Klaus Barbie), pudieron huir de Europa, burlando a la justicia. Así durante diez años, vivió con su familia en el país austral como un empresario llegado al cono sur en busca de oportunidades de inversión y enriquecimiento, hasta que un atentado, sufrido en Buenos Aires en mil novecientos cincuenta y siete, le dejó físicamente maltrecho, pero vivo; fue entonces cuando amparándose en la protección que el franquismo ofreció en España a exconvictos de la Alemania nazi y sus aliados, fijó su residencia en Madrid, donde vivió dos años hasta su fallecimiento.

 Fotografías paseando por la Puerta del Sol, en una merienda de campo al lado de la carretera, o en Santa Pola, junto a la playa, el artículo referido hace mención a la vida sencilla de sus últimos meses de vida, como bien refiere su hija, principal valedora del testamento de su memoria y legado, que ha guardado celosamente en forma de documentos que no se han dado a conocer y que muy probablemente están bajo tierra como lo están ahora ella o su padre, tal y como reconoce en esta entrevista Visnja, que siempre negó que su padre fuera un asesino.  

 En el Cementerio de San Isidro de Madrid están los restos del dictador y su familia, tumba a la que nunca le faltan flores frescas y que es lugar de peregrinación de exaltados patrióticos y ultras futboleros. Bajo la inmensa lápida de piedra que cubre sus restos, hecha así para evitar que ningún vándalo pudiese profanar sus restos, queda uno de los principales valedores de esa infinita cuota de odio miserable que ha llevado a pueblos hermanos a enzarzarse en una de las guerras civiles más cruentas de la historia.

Referido artículo: 

https://elpais.com/elpais/2020/03/17/eps/1584471192_157479.html


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