Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




martes, 17 de marzo de 2020

Cuarentena

 No dejo de tener en mente la imagen de Montag, subiendo en el futurista transporte colectivo que le lleva de casa al trabajo, observando un tanto aturdido como los pasajeros que le acompañan se acarician cómo si estuvieran faltos de ternura, como si el más simple roce y calor humano les fuera completamente ajeno. 

 Y me viene esta escena de Farenheit 451, de François Truffaut, a la cabeza, seguramente porque sea la que mejor describe mi estado actual, donde una inesperada obligación de confinamiento obligado y colectivo nos ha puesto a todos fuera de la rutina y la realidad.

 Cuarentenas, escenarios anómalos que suponen romper con las reglas de consumo cotidiano, para acceder a otras normas que conllevan disciplina, fortaleza mental y calma, mucha calma. Reclusión forzosa en aras de mantenerse lejos de un enemigo diminuto, imperceptible, que campa a sus anchas fuera de nuestras fortalezas caseras, aunque muchos quizá le hayan dado cobijo en sus hogares sin tan si quiera saberlo. Virus que nos ha convertido a todos en enemigos potenciales, pues somos nosotros su mejor aliado para ampliar su campo de acción y expansión, fuente segura de contagio. 

 Como ocurriera en Ensayo sobre la ceguera de José Saramago, nuestro día a día ha cambiado. Si en aquella novela todos quedaban ciegos, en esta historia real todos quedamos confinados. Un virus ha convertido las cuidades en enormes cárceles donde obtener un permiso penitenciario solo se asocia a comprar víveres. Un pase de pernocta que se cotiza caro y cuyo incumplimiento conlleva sanciones. Todos debemos adaptarnos, sólo si lo hacemos tendremos una opción de derrotarlo.

 La distopía que ya no es distopía, si no una realidad que nos abarca las veinticuatro horas. Muchas de esas horas, con el televisor encendido, esperando las últimas noticias sobre lo que está aconteciendo, como en La noche de los miertos vivientes de George Romero, esperando a que el boletin de noticias nos diga, en dónde hay más casos de personas contagiadas y en qué lugares se han dispuesto medidas de contención y puestos de socorro. No es un zombie el que nos persigue, aunque su presencia no por invisible deje de sentise detrás de nuestras puertas de entrada a casa, sin que necesite aporrearlas desde fuera.

 El mundo nos ha cambiado, a nosotros que no hemos conocido calamidad ni privación alguna. Muchas sufrirán la enfermedad y otros desgraciadamente nos dejarán por culpa de ella, pero, ¿ Alguien duda de cómo nos reforzará nuestro sistema inmunitario y sobre todo como cambiará nuestra forma de pensar?  El epicentro está aquí, pero en nuestra mentes lo estará por mucho más tiempo. No somos ya inmunes a nada, y somos tan vulnerables como cualquiera. Ojalá ese bagaje dé para mucho y se adquiera conciencia no solo de supervivencia, también de conservación. Todo un libro en blanco que habrá que rellenar cuando superemos la alerta.




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