Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 28 de enero de 2016

El tercer estado

 ¿Qué es el tercer estado? Se  preguntaba el abad Sieyes, a finales del siglo XVIII, justo en un año que ha resultado decisivo para la historia de la humanidad: 1789. Fue entonces cuando se publicó este texto, escrito por este escritor religioso con vocación política, en formato de panfleto, con el que pretendía descalificar la convocatoria de los estados o cámara de representantes convocados por Luis XVI, contestando a la invitación de Jacques Necker, financiero suizo encargado de las finanzas del reino,  a los escritores de la época, sobre cómo debían organizarse los Estados Generales, germen y antesala de la Asamblea Nacional Francesa actual.

Agrupados en bloques donde nobleza por un lado y clero por otro constituían los dos primeros estados, minoritarios en cuanto a número, con respecto al tercero, populoso en sus bancadas atiborradas de una excitada burguesía urbana sedienta de ocupar cuotas de poder en la jerarquizada y obsoleta estructura política, económica y social de Ancien Regime. Aquella cámara de representantes no votaba por miembros si no por grupos, dejando en situación de minoría al tercer estado, incapaz de modificar nada en las sucesivas convocatorias que se realizaban a petición del rey. Convertida por ello en una cámara obsoleta y elitista, figuras como Sieyes lazaron el grito al cielo en forma de soflamas escritas, mediante un sistema muy propio de la época, el panfleto, que hábilmente reproducido con todavía arcaicos sistemas de imprenta volaba de mano en mano con vistas a propagar unas ideas que entonces eran netamente incómodas para el régimen.

 Sieyes no tenia dudas, no creía en los otros dos estados, y a la pregunta lanzada en su escrito, ¿ Qué es el tercer Estado?, la respuesta era muy clara: Es una nación completa. 

 Traigo a colación este texto revolucionario francés, leído en mi etapa de universitario, junto a otros, como El Contrato Social de Rousseau;  textos que recogen fielmente el estado de ánimo de una sociedad sedienta de cambios y necesitada de alternativas, por las analogías que a modo de ocurrencia, doscientos años después, encuentro en la situación política actual, que no es comparable, en los modos de votación, ni mucho menos, aunque si lo sea en la esencia de las problemáticas de base.

 Cambiemos el escenario: La Francia de Luis XVI por la España del novato Felipe VI, y los Estados Generales de la monarquía francesa por el Congreso de los Diputados de la monarquía parlamentaria española. Cambiemos el estado de la aristocracia y del clero, por la bancada de los populares y los socialistas, y dejemos el resto, miembros del partido morado y resto de representantes, incluidos en esa especie de nuevo tercer estado, condenado a las poltronas sitas en el gallinero, por decisión de la Mesa del Congreso, provocando el monumental enfado de los afectados por la decisión, que consideran que no están lo suficientemente visibles ocupando los escaños más altos del hemiciclo que da cobijo a la Cámara Baja. A falta de panfletos y de Sieyes que escriban y distribuyan sus ideas en formato escrito, el poder de la imagen y los medios es el principal instrumento de este nuevo tercer estado, necesitado de llegar a las masas con mensajes claros y contundentes, mensajes que mezclan la palabra con la imagen, empleando para ello todos los medios posibles. A la cuartilla de papel, sustituye ahora la andana vía twitter, que pasa de mano en mano en formato digital, vía teléfonos móviles vía satélite.

 ¿ Qué diría Sieyes si entonces le hubieran dado la oportunidad de lanzar sus proclamas a través de un debate televisivo de sábado por la noche, o mediante alguna red social vía internet?  Sea como fuere la cultura de la protesta siempre requiere de elementos efectistas, rápidos y directos. Solo de ese modo se llega a las clases populares, que a día de hoy son el mayor número de personas posibles, al no tener éstas limitaciones ni de alfabetización ni de acceso a internet, los apelados por este nuevo tercer estado español. A personajes como el abad hoy le sustituyen profesores de univerdad, cuyo mensaje va en una dirección similar a la de entonces, la de reivindicar espacio y parcelas de poder que solo unos pocos mantenien a buen recaudo.

  Las similitudes son sorprendentes a pesar del transcurso de dos siglos de historia. Lo que cambia, y de un modo sustancial, es la disputa. Quienes piden más poder  y quienes son aquellos que lo detentan y lo quieren retener. Y es en este punto donde la historia no se reproduce porque los elementos que la constituyen son nuevos, diferentes a como eran en el siglo XVIII. Ahora no basta con derrocar a un rey y sus nobles. El rey actual es una figura borrosa, sin perfilar, ausente de localización y carente de cara reconocible. Un primus inter pares cuya trascendencia no atinamos a abarcar, entro otras cosas, porque ni si quiera sabemos como esta configurada su actual nobleza. Apenas si conseguimos descubrir, la última parte del eslabón de poder, la ubicada en los entornos estatales, limitada en sus márgenes de acción a modo de lacayos de baja estopa, reducidos a meros ejecutores de órdenes. Habrá que picar más alto si queremos rememorar un tercer estado que realmente combata a quienes detentan el poder real.


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