Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 14 de diciembre de 2022

Anegados

 Soñé que tenía aletas, que las había comprado en un mercado de miembros cercenados, pugnando duramente con un chino, que quería quedárselas para hacer sopa en su restaurante.

 Dos en vez de una, para ayudarme a transitar por las calles, anegadas de agua. También compré unos remos para mi coche, carente de tracción al despegar las ruedas del suelo. Pronto me cansé de mi improvisada trainera, que se movía más lenta que cuando lo hacía a motor. Mis enclenques brazos daban poca emoción a mis trayectos, consumidos a paso de caracol sin cuernos.

 Con las puntas de los dedos siempre arrugados, sin apenas sensibilidad para reconocer cosas al tacto, con las manos siempre resbaladizas, incapaces de prensar nada como antaño. Poco a poco fuí descubriendo cómo mi cuerpo iba mutando en algo extraño, en una especie de Frankestein acuático hecho a pedazos, sin pretensión de experimento alguno. 

 De prontó desperté, en medio del silencio de la noche, sólo interumpido por el repicar de gotas de lluvia, golpeando el cristal de mi ventana. Desde mi escondite, oculto por el edredón, fijé la mirada en esas gotas, que tras caer como misiles, se escurrían lentas por la superficie transparente. Así me quedé dormido de nuevo, sin rastro alguno de ese tritón de andar por casa, en que me había convertido en mi sueño anterior.

 

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