Apenas han transcurrido tres días desde que las atípicas y adelantadas elecciones de Castilla y León, dejaran como sorpresa, la pírrica victoria del Partido Popular. Las derechas han acumulado tantos votos como siempre, pero la fragmentación del voto conservador en varias siglas, deja el escenario abierto y expectante.
Brete importante el de los populares, que llevan meses mirando de reojo a los de VOX que les tienen cogida la matrícula. Votantes pródigos que reniegan de la casa común de la derecha española y ahora ponen en entredicho su hegemonia y quien sabe si continuidad.
Tirar por la calle del medio, no les queda otra. Abrir brecha mediática electoral por una vía que cada vez queda más expedita, ahora que las derechas más racias se manifiestan sin complejos y las izquierdas más templadas andan fijadas y condicionadas por los tirones ideológicos que Unidad Podemos obliga a dar al PSOE. Una alternativa a lo Macron, pero en España, capaz de quitarse ropajes de antaño, en aras de promocionar un partido moderno, funcional, abierto, liberal y comprometido con valores sociales ya consolidados.
Los extremos tensan, y tienen su momento de apogeo, que más pronto que tarde terminará por abonarse al cansacio. Sembrar ahora moderación, puede suponer éxito a medio plazo. Ni acuerdo con los verdes de las cavernas, ni desandar lo andado en estas décadas, de templaza de una derecha que vive su encrucijada más importante desde la refundación de partido y siglas con Aznar en el ochenta y nueve. Deambular en solitario es el futuro.
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