Gracias a esa nueva faceta de periodista intruso, se han puesto en circulación ímágenes de un hecho lamentable. Grabadas desde otro cerro, justo en frente, por un activista animalista
que seguramente no andaba por casualidad por la zona, el vídeo muestra
como varios perros integrantes de una rehala, caían al vacío por un
barranco junto al ciervo que perseguían.
Más allá del impacto que las imágenes producen, son verdaderemente
crudas, ponen otra vez en la picota está practica cinegética, propia de
monterías, donde son un elemento decisivo los perros, socios necesarios
del cazador para sacar a las potenciales presas de sus escondites.
Ni que decir tiene que el vídeo se ha convertido en un hecho viral, con miles de reproducciones
que a buen seguro han cruzado las fronteras de este país, y desde luego
las de la tierra donde se han grabado, a cuya mala fama tradicional
este tipo de hechos poco o nada ayudan a mejorar tan deteriorada imagen.
El avance de la sensibilidad y respeto por los animales han traído consigo una concienciación de protección que ya ha dado sus primeros pasos en el cese de la consideracion de los mismos como objetos en vez de seres vivos, que es lo que son, en términos legales. Pero esa concienciación
va mucho más allá y se esta constituyendo en todo un sistema de presión
que carga cada vez con más fuerza frente aquellas prácticas que
denigran la integridad del animal o simplemente producen su muerte. El
control de mataderos de la industria cárnica, donde se persigue la saña
gratuita con que se sacrifican animales de consumo diario, las cada vez
más extensas protestas contra las corridas de toros y el permanente hostigamiento que cazadores sufren en sus salidas al campo, son prueba inequívoca de ello.
Imágenes grabadas para mostra algo, para la mentalización,
para el respeto, para el cuidado de unos animales que merecen algo mas
que el trato sanguinario de matarifes y cazadores, cuya forma de
entender este deporte en algunos casos no va mas allá del simple placer
de matar por matar. La hora de la normalización de determinadas prácticas incluirá a estos cómplices
necesarios, los perros de presa, cuyas condiciones y cuidados en
rehalas dejan mucho que desear en no pocos casos, manteniéndolos
hacinados en corrales y parcelas, sin apenas atenciones. Si a eso
sumamos la sensacíon de que este tipo de caza, además de ser injusta con las piezas caídas, que no compiten en igualdad de condiciones para salvaguardar su vida, más recuerdan a prácticas de otros siglos, invitan a pensar en una pronta regularización de monterías y batidas de caza en general, en donde el uso de perros esté controlado, si no prohibido llegado el caso.
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