El monarca de las sombras es la última novela publicada por Javier Cercas.
Como todos los años, en cada una de las ferias
del libro que se celebra en el Paseo
de Carruajes del parque del Retiro, tengo por costumbre llevarme a casa un
ejemplar firmado por su autor, y este año ha sido el elegido Cercas. Como bien me
pone en su dedicatoria, Javier, voy a permitirme la licencia de tutearle, más
si cabe después de charla con él durante varios minutos mientras me rubricaba
el ejemplar comprado, me insistía en la idea de que este nuevo trabajo era una
especie de pequeño extravío, libro del que desconocía que grado de aceptación
podría tener, y que confesaba que le había dejado agotado.
No es para
menos; estamos hablando de un libro difícil, que en formato de novela, conjuga
historia y biografía familiar, dando como resultado un producto final que fruto
de su mestizaje, deja trazas difíciles de clasificar. Si en Anatomía de un Instante ya Cercas hace
malabares al tratar de novelar un accidente político notorio de cuyo desarrollo
dependió buena parte del futuro transcurrir de la bisoña democracia española,
en El monarca de las sombras, trata
de novelar una episodio o una parte de la trágica Guerra Civil española,
sometido a un doble hándicap: el de verse obligado a ser riguroso en sus
aportaciones al texto, y al intentar ser objetivo en sus planteamientos, sin
que el nexo familiar de la historia le lleve a sesgar los argumentos de la
misma.
De todo esto
se deduce que Cercas en este ejercicio de equilibrismo ha alcanzado un grado de
madurez literaria que posiblemente eleve a esta novela a una de sus más altas
cotas como creador literario. Porque a pesar de la complejidad del experimento
Cercas consigue escribir una novela. Novela cargada de una fuerte emotividad de
la que no queda exento el lector, que poco a poco va adentrándose en la
particular investigación del siempre ceñudo y riguroso articulista político que
antes de plasmar sobre el papel sus impresiones sobre un hecho, busca recabar
toda la información disponible sobre el mismo. Así cogidos de la mano, autor y
lector, se adentran en un largo y continuo trayecto de ida y vuelta entre la
Cataluña de adopción y la rural zona cacereña de origen donde el protagonista
de la historia, un soldado del bando franquista, Manuel Mena, tío abuelo del
autor, acaba siendo enterrado tras morir en la más terrible batalla del
conflicto Civil: la del Ebro en septiembre de 1938.
Buceando en
libros, en recuerdos familiares apegados a fotos o pequeñas cartas, el
testimonio de los pocos vecinos de Ibarhernando
que quedan vivos es la gran punta de lanza que permite a cercas no solo avanzar
en su historia, también en perder el miedo a contarla. En un país como este con
prejuicios que se manifiestan sobre todo en el temor que tenemos a enfrentarnos
a nuestro pasado más reciente, escribir dos novelas que enfrentan a las dos
posturas es un riesgo que algunos no terminarán de entender del todo. Quién
sabe si en la mente de Cercas ya estaba la intención de escribir este relato
sobre su familia y su relación con el sangriento conflicto entre vecinos que
fue la Guerra Civil Española, al escribir Soldados
de Salamina. Una especie de sentimiento de vergüenza que poco a poco se va
disipando es la base sobre la que se articula esta historia donde vínculos
emocionales y hechos históricos juegan una partida de cartas donde no queda un
vencedor claro definido y donde se buscan respuestas a la gran pregunta: ¿Por
qué, y qué sentido tuvo una guerra tan demoledora?
Esta nueva
entrega de Cercas ahonda en el género de
novela testimonio donde la historia es contada de una perspectiva emocional
que acompaña a los hechos relatados, dándoles un formato diferente al que el
historiador riguroso y distante ofrece a sus aproximaciones a los hechos. El
grado de implicación que el lector alcanza en una de sus anteriores
publicaciones, El impostor, cuya inverosímil
historia no deja indiferente a quien lee sus líneas, alcanza en esta nueva
novela un grado de compromiso difícil de superar. Y aunque su autor considere
esta forma de relatar hechos históricos como un extravío, ese grado de
alteración emocional de la realidad, cada vez va sumando un mayor número de
lectores comprometidos con esa peculiar visión y esa forma de narración más
humana y menos fría, que convierte a la lectura en una auténtica vivencia.
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