Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 10 de abril de 2015

Decadencia real

 Habrá quien sienta algún tipo de simpatía, quizá de conmiseración por la actitud dócil, casi inocente y excesivamente ingenua de una persona que por formación, y tradición tiene de todo menos de idiota.  Aún así en un gesto que pocos, por no decir nadie, pueden alabar, la hija del cesante jefe de estado, insiste en su estrategia de defensa de negar la mayor, declarándose ignorante de todo documento o contrato donde aparece estampada su firma.

 La Casa Real en España puede declararse oficialmente en vías de desaparición. En un periodo de tiempo quizá no muy lejano, será declarada especie extinta, motivando con ello cambios profundos en la legislación y ordenamiento jurídico, como acontece con todo cambio que lleve consigo sustituir una forma de estado hereditaria por otra refrendada por sufragio, ya sea directo o indirecto. No es un enfermo convaleciente que queda en suspenso y a expensas de un tratamiento milagroso que pueda sanarla y revitalizarla. La monarquía en España es un quiste que solo queda extirpar, a tenor de sus raíces oscuras y poco democráticas, que impiden sanar lo que contamina por otra vía que no sea la amputación, antes de alcanzar la gangrena.

.-  Es una institución obsoleta en la que prima la figura masculina frente a la femenina en la linea sucesoria por consanguinidad.

.-  Es una entidad fuera de onda, en la época moderna donde las democracias deben siempre apostar por elegir a sus líderes, antes que heredarlos, con todo lo nocivo que ello conlleva. 

.-  En España mientras nadie pidió cuentas, nadie las concedió desde la Casa Real, en la que ha sido una política comunicativa de poca transparencia que resulta a estas alturas intolerable. Todo lo que se sustenta con fondos públicos, debe tener justificaciones también públicas, le pese a quien le pese.

 Quizá la Infanta no lo sepa, quizá no se de cuenta, pero sus explicaciones pánfilas y torpes ante el juez son un magnifico sinónimo de las bases sobre las cuales se sustenta una figura política, que en nada busca la legitimidad en las decisiones del pueblo sobre el que se erigen. Me temo que es incompatible con el mundo moderno, adoptar una forma de estado en la que la jefatura y máxima representación recae en un individuo al que priman y sustentan antes sus derechos dinásticos que sus méritos reales. No se trata de revestirles de autoridad y legitimación; se trata de que esa legitimidad sea coherente con una sociedad que demanda a raudales información, transparencia y proximidad a sus instituciones que siguen mostrándose esquivas, lejanas y , en casos como el que aquí nos refiere, altivas y prepotentes. La respuesta de la infanta ante el juez es la propia de alguien que se siente por encima de la ley, que se justifica en su condición de inquilina de eso que en su día dieron en llamar realeza y que ahora, lejos de ser un elemento de distinción o inmunidad, se convierte en un insoportable peso para quien lo posee.

 No hay mucho más que decir. Ni por refrendo popular ni por legitimidad moral o democrática; la monarquía en España esta a punto de expirar. Y el que suscribe estos comentarios, en otra época respetuoso con la figura del saliente monarca, a quien no dejó de reconocer su contribución a la llegada de la democracia en España, considera que el mejor servicio que puede realizar ahora, su sucesor e hijo, Felipe VI, es poner los medios para facilitar la transición hacia un modelo nuevo en que la máxima autoridad del Estado sea elegida por los ciudadanos. Que la III República, llegue pronto para quedarse, y por fin en este país tengamos un régimen político que aunque muy común y frecuente en el orden internacional, en España no ha dejado de ser un experimento breve y de éfimeros resultados que lo convierten una rareza en la historia política de nuestro país.



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