Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




domingo, 2 de diciembre de 2018

Hermandad del 7 de enero

 Ya está aquí diciembre. Preludio necesario del cierre de otro año que se nos va.  En estos primeros días además con temperaturas ya bajas que son anticipo de ese invierno que nos helará los huesos y ensombrecerá el alma, con sus días cortos y noches de frío y escarcha.

 Ya está aquí diciembre, con sus calles iluminadas, sus arbolitos decorados, sus tiendas de escaparates suntuosos y sugerentes, y sus supermercados atiborrados de turrón desde finales de octubre, recordando que la navidad está a la vuelta de la esquina. En apenas dos semanas comenzará la vorágine, esa especie de estado de enajenación transitoria compulsiva, que todos los años nos atenaza y que comenzamos en forma de soniquete al compás que los niños de San Idelfonso, lanzan rodeados de bombos y de bolas que reparten suerte.

 Cuando me preguntan qué me gusta de la Navidad, suelo referirme al día veintidós de diciembre como el mejor momento de esa celebración; pero si aún no han empezado las navidades ese día, suelen decirme, con cara de cierta perpledidad. En cambio para mí ese día no solo comienzan sino que, posiblemente en ese instante se produzca el momento más puro y más próximo a los valores que la navidad dice encarnar. Ese clásico comentario de:  Si no me toca, que lo haga a gente que más lo necesite, es probablemente el único momento sincero de desearle al prójimo algo bueno, y de alegrarse por algo que le ocurre a otro. Pocas veces ocurre esto a lo largo de todo el año.

 Reconozco que paso estas fiestas de incógnito, tratando de camuflarme como un camaleón entre tanta luz y boato. Yo siempre fui de navidades de christmas en papel, de belén con sus figuritas en vez de árbol y guirnaldas. De langostinos y cordero en nochevieja sólo y no durante todo el año; siempre fui de beber en las dos cenas, especialmente en la nochevieja, y no de hacerlo durante todo el mes de diciembre, con cenas de anticipo con amigos, compañeros de trabajo, de la universidad, del master, de... Para el día veinticuatro, uno esta ya inflado como un balón y con un hartazgo que hace que las dos semanas siguientes se conviertan en un verdadero tormento.

 Así que desde hace ya unos cuantos años, me he afiliado a la hermandad del siete de enero. Y sigo al pie de la letra sus criterios o mandamientos:

 1.- Pasarás de puntillas sin involucrarte en estas fiestas.

 2.- Reducirás al mínimo posible las comidas/cenas de navidad.

 3.- Evitarás el pasillo de los turrones en el supermercado.

 4.- No comprarás en Amazon.

 5.- Te escaquearás vilmente en la oficina cuando tu jefa/jefe diga si hay algún voluntario  para decorar el árbol.

 6.- Evitarás ir al centro a ver el iluminado de las luces. 

 7.- Te comerás las uvas con normalidad, sin hacer cosas raras en fin de año.

 8.- Volverás a regalar a tus allegados el día 24 y no el 6 de enero. Nunca entendiste ni entenderás porque las navidades duran en España una semana más.

 9.-   No te autorregalarás nada por estas fechas.

y 10.- No harás lista de propósitos para el año nuevo, pues para ti cualquier momento es bueno para plantearse algo distinto, sin necesidad de esperar a que ningún carillón descuente lo que falta para terminar el año.

 Y sí celebrarás que llegue el día siete de enero, ese día de expectativas sombrías para el que viene de sobrepasarse y vuelve a la rutina de trabajo y vida corriente. Ese día será un día normal y tranquilo, y disfrutarás de eso, mientras los demás andarán con cargo de culpa por haber cometido excesos y haber dejado pelas sus carteras; tu sonreirás y decidirás que tu año vendrá marcado por las efemérides que sean importantes para ti, y no por imposición.

 Amen.


 

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