Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 28 de diciembre de 2018

Santos inocentes

 No deja de ser sorprendente como algunas cosas derivan y se transforman, convirtiéndose en algo completamente ajeno a lo que en realidad representan. Si hay un caso paradigmático de eso, ese sin duda es el de los santos inocentes, cuyo origen religioso, envuelto en un halo de duda como tantos otros pasajes relatados en la Biblia, hace alusión a la supuesta matanza de niños menores de dos años perpetrada por el Rey Herodes I, después de conocer que el hijo de Dios había nacido en sus dominios.

 De cómo de un hecho tan luctuoso e impactante se ha derivado a una costumbre además de pagana, cómica y casi diría que absurda, seguramente darán buena cuenta decenas de teorías que justifiquen la costumbre del muñeco de papel pegado a la espalda, o de la noticia colada como veraz, a la que suelen recurrir los medios de comunicación, por citar algunas de las prácticas que pueden verse en un día veintiocho como este. lo cierto es que este día supone una transición que no deja de ser sorprendente ya que supone el paso del dolor a la risa, de la muerte al divertimento. De un extremo a otro, como si esa dualidad que la filosofía china refleja en el yin y el yang se llevara aquí a un grado diferente, aunque en esencia refleje la presencia de dos opuestos que parecen alimentarse.

 Es quizá este punto, el del paso de una punta a otra es el que más me llama la atención en este día de celebración para los cristianos, extremos que están presentes en nuestras vidas y que nos permiten balancearnos de un lado para otro, para de esa manera encontrar acomodo a nuestras incoherencias, manifiestas en comportamientos y comentarios, en no pocos casos difíciles de justificar.

 Inocentada, así es como suele denominarse a gastar una broma que se hace por descuido o ingenuidad; posiblemente habría que definir toda una suerte de matices, si juzgamos que hay cosas que pasan que parecen una broma o una inocentada, y uno no sabe muy bien si ocurren por ingenuidad, por descuido, o por completa y absoluta incompetencia. Podría ponerse como ejemplo lo que ocurre con la política en este país, por citar solo uno, aunque seguramente no tendríamos que buscar mucho para encontrar más ejemplos válidos.

 Que la práctica política haya caído en el pozo de la broma y la burla, no solo por la percepción que se tiene entre la ciudadanía, sino por las incongruencias y ejercicios estériles con que nos vienen acostumbrando nuestros políticos profesionales es, más que una broma, un drama, una desgracia en toda regla que daña los intereses colectivos e individuales y que nos condena a un futuro donde la incertidumbre no deja ver luces entre tantas sombras. Quizá a alguno habría que recordarle que la política es el arte de la toma de decisiones, y también de lo posible. Es el único camino para conseguir cosas y que estas hagan bien a una mayoría, cuyo provecho y bienestar debería ser la única luminaria que guiara las conductas de quienes la ejercen como profesión, ya que la interinidad o transitoriedad están reñidas siempre con ella.

  Los años pasan y al calendario llega otro veintiocho de diciembre de extremos. De sin sentidos y cabezonerías, de enroques e inmovilismos. De incapacidad para llegar a acuerdos. Que sigan pues parece no importarle al respetable, que jalea bravuconadas y actitudes estrafalarias, pero que no se equivoquen: eso que ellos hacen no es política.  Es otro espectáculo más, otra especie de reality show al que tan adeptos nos hemos hecho de un tiempo a esta parte. Más pan y circo.


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