Reconozco que es esta una entrada poco elaborada. Es más un comentario en voz alta, una reflexión hecha sin aparataje alguno ni confianza como la que da el investigar datos y cubrirse las espaldas con la documentación precisa.
Ciento veinte. Solo escribir la cifra aunque sea en letras produce
escalofríos. Esa es la cantidad, en millones de euros, que un equipo de
fútbol español pretende pagar por obtener el transfer y hacer ficha a un
jugador galés procedente de la liga inglesa.
Con
estos mimbres el traspaso en cuestión pasaría a ser el más caro de la
historia de ese deporte, y probablemente, de todos los deportes que se
practican a nivel profesional; a decir verdad, no lo sé, no me he
parado a pesar si lo es o no, y tampoco me he sentido movido a realizar
comprobación alguna al respecto; quizá porque resulte del todo
innecesario dado que independientemente del ranking en cuestión, la
cifra sigue apareciendo a todas luces disparatada.
Habrá
quien me acuse de demagogo. No se lo reprocharé en tanto en cuanto
parte de razón le asistirá a quien lo estime así; aun con todo no pienso
morderme la lengua, ante lo que considero un desafortunado gesto de
poder y fuerza que en nada ayuda a paliar la imagen del país donde juega
ese equipo. Parece casi una broma de mal gusto comprobar como ante
tanto ajuste y escasez, ante el drama cotidiano que desgraciadamente nos toca vivir, los equipos de balompié no escatimen esfuerzos
económicos en obtener jugadores al precio que sea.
Hace
mucho años que considero que tenemos un problema serio con este deporte
en este país. Entre otras cosas porque en mi opinión los gestores
deportivos y quienes les sustentan viven de espaldas a la realidad del
mundo. Generar gastos tan monstruosos sin tener claro que puedan
recuperarse los mismos es cuando menos un suicidio que cualquier
entendido en economía desaconsejaría al instante. Pero hay determinados
equipos que parecen vivir ajenos al mundo que nos toca vivir de los números y las
cuentas, sabedores de que tienen un colchón eterno propiciado por
instituciones publicas y entidades bancarias que estarán al quite cuando
sea necesario para sostener esta gran mentira que dicen que es deporte y
solo es negocio e interés.
Al menos un par de docenas de
equipos están en Europa al borde de la suspensión de pagos fruto de la
mala gestión de sus juntas directivas. La inmensa mayoría de todos ellos juegan en alguna
categoría del fútbol español. Este solo dato debiera ser sintomático y
debiera llevar a la reflexión, a ciento veinte millones de reflexiones
de que un deporte no puede vivir de espaldas a la realidad a través de la especulación.
Hace apenas unas semanas se
disputó la final de la edición de este año de la máxima competición
europea. Dos equipos alemanes, pertenecientes a un campeonato mucho mas
saneado que el que se juega por estos lares, disputaron el susodicho
trofeo contra todo pronóstico. Habrá quien además de demagogo me acuse
de poco dado al amor patrio deportivo, pero este que suscribe estas
lineas se alegró de la eliminación de las dos estrellas de la liga
española. Con todos los respetos no me hubiera parecido correcto ver a
una marabunta de aficionados peregrinar hacia Londres para participar de
un espectáculo costoso del que ahora poco o nada somos participes. A
nadie se le escapa lo que mueve el fútbol entre unos aficionados capaces
de gastarse lo que no tienen por seguir a los colores que predican con
abnegacion casi religiosa. Hubiera sido la peor imagen posible para eso que
dan ahora en llamar Marca España, cada vez más devaluada. Tocan tiempos
de prudencia, ahorro y recogimiento. Nada más lejos de la realidad que
transmite el futbol.
No hay comentarios:
Publicar un comentario