Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




martes, 2 de julio de 2019

Construirse un personaje

 Leía ayer por la tarde, que una de las cabeceras más importante de la prensa escrita de este país, iba a lanzar próximamente una colección  de libros denominada Crímenes reales, donde podría encontrarse una serie de títulos que recogían historias de la crónica negra, u hechos delictivos de todo tipo. Echando un vistazo por encima a algunos de los trabajos, apareció enseguida El Impostor de Javier Cercas, que narra las andanzas de José Marco, ex-preso del campo de concentración de Mauthausen, del que más tarde se supo que nunca pisó, suplantando la personalidad  de un preso fallecido.
 
 A Marco le devoró su personaje, probablemente motivado por una personalidad enfermiza y narcisista, que requería el ser centro de atención. Y es que hay personas que no pueden vivir una vida anónima, carente de mayor protagonismo que el que da el día a día y los vínculos afectivos que a cada cual le rodeen.
 
 Marco y su alucinante historia, solo pueden ser fruto de una interiorización total, la que permite convertir una vida de mentira en una gran verdad. Represaliado por los nazis como obrero poco cualificado de una factoria, y dando con sus huesos en la cárcel, este hombre sintió que la vida le debía una compensación, y a falta de consuelo real decidió fabricarse una, convirtiéndose en un mártir que no fue pero como el que se comportó y vivió toda su vida.

 Puede que sea una de las más llamativas, pero no es desde luego la única. 

  A vueltas con las ideas y venidas del cesado president de la Generalitat, ausente hoy en la manifestación de Estrasburgo por miedo a ser detenido por las autoridades francesas, me acordaba de Marco y me preguntaba si Puigdemont es consciente de cómo su personaje de presidente represaliado en el exilio le ha consumido tanto, hasta el punto de hacer de su situación un modo de vivir.

 Y desde luego la comparación daría para mucho, porque en realidad habría que preguntarse cuanto en nuestras vidas es realidad, y cuanto forma parte de un personaje, elaborado para dar satisfacción al entorno, un escaparate que nos sirva de pantalla protectora y nos haga vivir en el recogimiento de una intimidad que no se comparte con cualquiera. Qué grado de mentira nos rodea, y cuanto de él es creación nuestra. Daría esto para dar y tomar.

 En el fondo todos nos construimos un personaje; quizá el grado en que este nos devore es lo que nos distingue a unos de otros.
 
 

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