Le esperé camuflada
en las traseras del mercado entre dos contenedores de desperdicios con mi carro
de la compra a cuadros. Sabía que aprovecharía la falta de clientes para salir y
fumarse un cigarrillo.
Y entonces apareció. Venía limpiándose las manos en
el mandil lleno de lamparones. Justo cuando desvío los ojos para encender el
cigarro saqué el cuchillo de media luna de porcelana que mi Manolo me regaló
por mi cumpleaños, y le di un tajo limpio a la altura del cuello. Se desangró
como un cerdo en apenas un instante.
¿Que por qué le descuarticé? Bueno alguien tenía que
darle una lección. A cualquiera le dicen que es carnicero. Ni deshuesaba bien
el cordero, ni cortaba los filetes de
pollo finos… A ver si dondequiera que le haya mandado alguien le enseña bien su
oficio. Una pena que no me haya visto hacerle chuletas, le habría quedado claro
lo que es cuarto y mitad de solomillo…
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