Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




jueves, 16 de agosto de 2018

Estate al loro



Andaba perdido en mis pensamientos cuando alguien me golpeó en el brazo y me dijo:
         - Te toca, tira.

         Después de que Luis por enésima vez no consiguiera sacar un cinco, apreté mi botón para hacer girar el dado; llevaba una racha de varios doses y unos y confiaba en resarcirme.  Inclinado hacia un lado el dado marcaba un seis, pero al no estar completamente asentado sobre el fondo no valía la tirada.

         - Está borracho, tira otra vez, me dijo Fernando. 

        "Borracho estoy yo, pero de amargura, vaya castaña de dado", me dije mientras apretaba el botón otra vez. Ahora no estaba borracho, no, pero el que si estaba, como siempre, era el uno, que hacia que mi ficha roja se moviera como una tartana. 

        Mi suerte estaba echada. Poco después se precipitaron los acontecimientos; mis compañeros de partida se miraban de reojo con sonrisas cómplices, sabedores de cual iba a ser mi destino. Era el turno de "Miguel el implacable" que cual piraña insaciable, sacó el cuatro que necesitaba para merendarse mi ficha y mandarme para casa.

      Aquello desató la algarabía, las risas  de Lucía e Isabel, las burlas de Hugo y Luisito, hasta de Isa que no paraba de troncharse mientras Miguel, ajeno a las risas contaba impasible las veinte y analizaba el tablero en busca de su próxima víctima.

      - Estate al loro hombre, que si no te comen, me dijo Luis, mientras las partida continuaba.

      La partida terminó con emoción. Hugo consiguió el tres que necesitaba para meter la segunda ficha en dura pugna con su padre que vio como los nueve euros de bote que nos jugábamos iban a servir de presupuesto para comprar unas pistolas de agua.

       Cansado me tumbé en mi sofá cama, confiando en dormirme pronto y, quien sabe si soñar con Carmen Lomana. Con las luces apagadas y con todo en silencio y antes de dormirme, por alguna razón volví a acordarme de la frase que me dijo Luis después de que me comieran la ficha:

       Estate al loro...

       No serían más de las siete y media. Debía estar en lo mejor del sueño, con el aire fresco de la mañana reconfortándome cuando un chillido estridente me devolvió a la conciencia. No sé si estaba soñando con Carmen Lomana o no, pero al tercer bramido de aquel loro del vecino no me hubiera importado estar soñando con una escopeta.

     "Estate al loro Domingo sí, estate al loro, desde luego era una premonición", me dije refunfuñando mientras me levantaba lentamente. Poco me duró el enfado. Isabel ya estaba levantada preparando café... 

                         
                                         Dedicado con cariño a Hugo, Luis y Lucía.
                                                                 Almerimar, agosto de 2018.

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