Fue su
nombramiento el más sorprendente del nuevo gabinete surgido a raíz de la moción
de censura.
¿Un tertuliano de la prensa del corazón, ministro? Evidentemente esa visión instantánea, cortoplacista que tenemos de las cosas y
también de la vida y méritos de la gente, impide ver el bagaje que detrás de una
persona puede haber. Un profesional del periodismo con veinte años de carrera,
iniciado en la prensa escrita, con cinco de ellos en los servicios informativos
de una cadena privada en este país, con un palmarés literario jalonado de
varios títulos publicados, en donde ha tocado diferentes géneros, desde la
novela, al relato, los libros de viajes o cuentos infantiles, miembro de la Academia de las artes y las ciencias de la televisión…
Desde luego si a Maxim
Huerta, hubiera que calificarle por sus méritos, es obvio que algunos tiene
para ser ministro, más allá de los que le otorga su condición de elegible,
virtud que comparte con cualquiera de nosotros, como potenciales candidatos y
obligados, o al menos así debería ser, electores.
Muchos eran los que le auguraban una carrera corta.
Su falta de experiencia, su pocas tablas a la hora de ponderar sus mensajes, su
falta de capacidad de hablar mucho y no
decir nada, tan propia de los políticos de este país…
No pegaba ni con cola, esa es la verdad.
Nadie se imaginaba que el motivo que pusiera fin a
su trayectoria política fuese una condena por fraude fiscal. Alguien a la hora
de elegir sus ministros debería mirar con lupa el expediente de cada uno de sus
ministrables antes de elegirlos.
Se ha ganado el mote de Maxim el breve, y en una sola semana ha dado más que hablar que Fátima Báñez en dos legislaturas como
ministra de los gobiernos de Rajoy, por poner un ejemplo. Podrían ponerse unos
cuantos más.
Puestos a elegir, me quedo con ministros así, que estén
en la picota; para armarios, me quedo con los del salón de mi casa, que quedan
mejor que no plantados en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo.
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