Solo tuve un contacto directo con Rocío, aunque en
realidad tendría que decir que no pasó de ser un simple contacto visual.
Coincidimos en el Loyola, el Colegio Mayor del que fuimos internos-residentes, Andrés
González, su marido y buen amigo mío y yo.
La razón de la cita era precisamente un homenaje,
dedicado a otro colegial que desgraciadamente nos había dejado pocos meses
antes, también por culpa de una enfermedad incurable.
Fue en la cafetería, después del acto, emocionante,
en que nos despedimos del bueno Hernán. Tenía entre sus brazos a uno de sus dos
hijos; me miró con curiosidad, seguramente por verme rodeado de un puñado de compañeros
a los que sí pondría cara, a diferencia de la mía que muy probablemente no le sonara
de nada.
Ese fue mi único contacto real con Rocío Orsi Portalo.
Después de aquello y especialmente desde que me decidí
a realizar una de mis grandes ilusiones tantas veces postergada, estudiar Filosofía
en la universidad, mi interés por Rocío se acrecentó. A través de sus textos
como profesora o con las ponencias y entrevistas que se pueden rastrear en
internet. Tengo tres de sus libros en casa, de los cuales he leído La economía
a la intemperie, y el ensayo introductorio, (no la traducción del texto), de Butterfield
y la razón histórica. La interpretación Whig de la historia. Espera en un
estante El saber del error: Filosofía y tragedia
en Sófocles, a que llegue el momento de ser leído.
Porque todos los libros tienen su momento, y el de
la tesis doctoral de Rocío aún no ha llegado.
A diferencia de todos los que la conocieron yo me
acercaré a su recuerdo, a su vida y a su capacidad de mostrar la filosofía y
sus autores al gran público a través de sus textos, de sus trabajos, de su
pensamiento, desgraciadamente incompleto.
No se me ocurre mejor forma de homenajearla que
precisamente así, leyéndola.
Ese es el título de la última obra publicada en relación
a su figura, Leyendo a Rocío Orsi, también publicada por Plaza y Valdés, editorial a la que fue
fiel toda su vida.
Sirvan estas líneas, para rendirle sentido tributo.
Aunque realmente sería lo correcto decir, sirvan sus lecturas, esas que han
llegado ya, y las que llegarán de aquí en adelante para recordarla.
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