Mi última visita a la feria
del libro antiguo, habitualmente ubicada durante un par de semanas, dos veces
al año en el Paseo de Recoletos, me ha dejado como recuerdo, la adquisición y
lectura de esta pequeña recopilación de textos de José Martínez Ruiz, Azorín,
publicada por Espasa Calpe en su Colección Austral, bajo el sugerente
nombre de Visión de España.
Andaba yo buscando un tratado filosófico sobre la figura
de Spinoza, y ante el infructuoso
intento de dar con algún ejemplar que pudiera interesarme, (apenas si encontré
alguna edición coleccionable de su Ética),
mis pasos decidieron encaminarse a unos de mis pasatiempos favoritos: el de
dejarme llevar caseta tras caseta, permitiendo que sea el azar quien decida a
qué libro dedico mi atención e intención de adquirirlo.
Así fue como mis ojos se fijaron en las tapas azules de
esta vieja edición de finales de los años setenta, donde el editor ha querido
hacer una compilación que a mi juicio es sorprendente. Textos de juventud,
reflexiones filosóficas, novelas de ficción y comentarios sobre los grandes clásicos
de la literatura española se mezclan para ofrecer una visión de país nada convencional.
El resultado final es a mi modo de ver mágico; sin caer
en tópicos, ni convertir el texto en el clásico libro de viajes o trabajo de
antropología que analiza hábitos y costumbres, Azorín desglosa en estas páginas
toda una suerte de impresiones, donde su capacidad descriptiva, queda de sobra
demostrada, especialmente por la dulzura y precisión con que refleja paisajes y
especialmente cómo transcribe al papel determinados momentos del día, con su luz
y diferentes tonalidades.
El resultado es una visión de este país diferente, una visión
que viene determinada por diferentes etapas de la vida del escritor, recogida a
través de sus viajes, de sus reflexiones y de sus lecturas. Una visión que
trata de desnudar la mentalidad española y que busca hacer un retrato psicológico
de un país que cambia con el paso del
tiempo.
Recuerdo que cuando estudiábamos en el instituto la obra
de Azorín, además de su capacidad para analizar a los clásicos, especialmente el Quijote de Cervantes, se nos hacía especialmente hincapié en que su gran
obsesión fue siempre el paso del tiempo. En esta recopilación el propio autor destaca
que la percepción que tenemos del tiempo va motivada por quien entra y sale de nuestras
vidas. Casi diría que lo mismo tendríamos que decir con los libros; sus
lecturas marcan intervalos de nuestras vidas, y en ocasiones la irrupción de alguno
de ellos en un momento concreto puede marcarnos o dejarnos una huella imborrable.
No he encontrado una edición nueva en las librerías de
esta pequeña obra, seguramente descatalogada. Quizá la publicación nuevamente
de textos como este, viniera bien en
momentos de controversia y enfrentamiento como este en el que vivimos.
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