Biografía
del Silencio es la segunda parte de una trilogía,
denominada precisamente como Trilogía del
Silencio, en la que su autor, el sacerdote católico Pablo D’Ors, cuenta las
bondades de la meditación a través de su propia experiencia.
Este libro cuenta con un precedente excepcional, y es que el pabellón queda muy alto con la primera entrega de esta trilogía, El amigo del desierto, en donde un lugar aparentemente inerte se transforma en un sitio
evocador, fuente de vida y esperanza, invitando su silencio, su falta de
movimiento a reflexionar sobre lo que es la vida y lo que somos nosotros
mismos.
En esta ocasión, D’ors pasa directamente a la acción
configurando un texto, ligero, de muy fácil lectura, estructurado en pequeños capítulos
donde el autor da pistas de como iniciarse en el camino de la meditación.
Silencio, sentarse con postura recta de la espalda, controlar la respiración, acompañar el ambiente
de calma creado con algún aroma que bien podría venir de una barra de incienso
o de una vela aromática, y buscar gente que te acompañe en la actividad, son en
esencia las herramientas de las que uno mismo puede valerse para tratar de relajar
la mente, poner las ideas en claro, y sobretodo, tratar de desnudarse a uno
mismo para comprender quién es cada cual y qué camino es el que debe seguir.
No es
el primer libro que leo sobre meditación. Y como ya me pasase anteriormente, la
lectura de este tipo de libros me deja cierto poso de decepción. ¿Por qué?
Taoísmo,
Budismo, incluso alusiones al propio cristianismo… ¿Es posible hacer meditación
alejada de planteamientos religiosos, o que sigan como referentes a figuras de
estas creencias? ¿ Es posible meditar sin seguir toda esa parafernalia de posturas especificas y fragancias?
Me tengo por una persona que reflexiona, y diría
que no poco. Lo hago con cierta constancia, y es fácil verme imbuído en mis
pensamientos en lugares y horas dispares: ya sea de camino al trabajo subido en el autobús, montando
en mi bicicleta o simplemente al abrigo de mi casa en el sofá de mi salón. Y lo
hago sin requisitos previos, sin esperar a que el silencio, que sin duda ayuda
a concentrase, este presente.
Esos pensamientos a veces dan paso a ensoñaciones
despierto, y otras simplemente a mantener la mente en blanco. Podría decir que
es algo instintivo, ya que no me cuesta hacerlo, tengo predisposición y muy
probablemente mi carácter taciturno me ayude a ello. ¿Cuantas personas habrá como yo, que llegan a
este estado de reflexión que te relaja y te ayuda a entenderte sin tener relación
alguna con cualquier de las entidades religiosas más arriba mencionadas?
¿Es eso también meditación o un simple acto de
abstraerse sin más? Para mí si lo es.
Curiosamente todas las bondades que este tipo
de estado de reposo mental que menciona Pablo D’Ors en su libro, aparecen en
mis estados de meditación cada vez que los practico. Me ayudan a relativizar
mis cuitas cotidianas, a enfrentarme a mis miedos, esos que por las noches en
la oscuridad de tu habitación te atenazan hasta provocarte el insomnio, a
entenderme a mí mismo con mis virtudes y muchos defectos… Me ayudan a vivir, en
fin en ese estado de equilibrio, en que desde hace tiempo intento encauzar mi
existencia, consciente de que los momentos de felicidad son poco, y
desgraciadamente, efímeros, y de que consigo ser feliz sin tener mucho de nada.
Mi planteamiento al respecto es claro: no es necesario absolutamente nada para entrar en estados de meditacion, solo basta con planteárselo, sin más miedo que el de dejarse llevar in más condicionante que el de por dónde te lleven tus pensamientos.
Aún así libros como Biografía del silencio son
recomendables, sin duda, por la humildad con
que está construido, que invita al lector a plantearse parar un momento y
ponerse a meditar. Yo en cambio considero que para pensar pausadamente y encontrar momentos de
recogimiento no hay que bajarse en marcha de ningún sitio. Basta con mirarse
uno así mismo, y no mirar con quien se está ni que se está haciendo, en
cualquier parte que uno este.
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