Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿ Se armó el belén?

 Recibi ayer un mensaje por whatsapp de una buena amiga, catolica ella de pro, haciendose eco de un mensaje viral que lleva ya algún tiempo circulando por redes sociales. En el se hace alusión a la voluntad de la alcaldesa Carmona de no instalar el tradicional belen navideño en las dependencias municipales,cosa que ha irritado a algunos. Sin perder la oportunidad de constatar mi opinión, ( me resulta del todo irrelevante esta polémica, sinceramente), dudo que ningún cristiano serio se sienta ofendido por tal decisión, dado que Madrid se llena de múltiples espacios estos dias donde distintas entidades pueden mostrar sus creaciones, muchas de ellas provistas de material y figuras suministradas en el clásico mercadillo de navidad de la Plaza Mayor. Eso sumado al boato presente en otras manifestaciones como el alumbrado o la cabalgata de reyes, deben dar por finiquitado cualquier atisbo de agravio comparativo, ya que todas ellas son organizadas por el equipo de gobierno del municipio.


  En cambio, sí que me parece más interesante reparar en el conjunto de las declaraciones efectuadas por la actual regidora, en las que incidía que la razón por la que no se pone la habitual instalacion navideña: "el Palacio de Cibeles es el espacio de todos los madrileños y no solo patrimonio de los católicos".

  Es de agradecer la costumbre de dar explicaciones cuando se toman decisiones políticas, ya sean estas más o menos intrascendentes; pero ya puestos a darlas, sería desde luego más interesante tratar de razonar, de un modo menos superficial si se quiere, los motivos que sirven de base para dar los pasos convenidos. Dejar como única argumentación que no se permite la instalacion del belén en la sede consistorial del Palacio de Cibeles, por la no condición de católicos de todos los ciudadanos es un contrasentido que raya en lo absurdo. Siguiendo esa regla de tres, entonces a lo mejor tampoco debería permitirse el mercadillo donde se perdío chencho en la famosa película en la que Pepe Isbert gritaba desencajado por la Plaza Mayor buscando a su nieto. Y ya puestos, no tendría mucho sentido, ni gastar dinero en alumbrado por las calles o en instalar el gigantesco árbol que en estos días operarios municipales se afanan en colocar en la Puerta del Sol; y menos aun permitir que ninguna junta de distrito organizase cabalgata de reyes alguna. Siendo del todo coherentes, como Alcaldesa presidente, debería decretar días laborables para todos los empleados municipales los proximos 25 de diciembre y 6 de enero, especialmente esta segunda, epifanía que recrea la llegada de los Reyes Magos de oriente con sus presentes para honrar la venida del hijo de Díos.


  Seamos serios. No cuesta ningún trabajo ser más explícito en los argumentos a utilizar cuando se trate de justificar alguna acción.


  Bastaría con aferrarse a la condición de aconfesionalidad que toda institución debe terner en el Estado para explicar el porqué se toma una decisión de ese calibre. El Ayuntamiento como entidad pública no debe mostrar signos ni favorecer religión alguna, ni aún la de la mayoría de sus ciudadanos, que en Madrid son cristianos católicos. La ayuda y facilidades que los empleados municipales prestan para ambientar la ciudad en estas fechas tan señaladas para muchos, son razón más que suficiente para apaciguar cualquier soflama de quien quisiera crear polémicas innecesarias; el consistorio, pese a su declarada aconfesionalidad, no deja por ello de prestar auxilio a sus ciudadanos en sus manifestaciones de ocio y festejo con cariz religioso. Esta ciudad será tan catolica como sus ciudadanos quieran, y la total libertad para montar belenes en cualquier parte, es buena prueba del respeto institucional a esa costumbre. Fin de la polémica.


   El problema está cuando se impone como práctica política tomar decisiones con sesgo, con una clara intencionalidad, la de azuzar a las huestes propias en detrimento de las ajenas. Seamos sinceros, en este país somos mucho de política tabernaria, en donde es mas importante el cómo dices las cosas antes que lo que dices, para regocijo de correligionarios y afectos a la causa, que tendrán las baterias cargadas para alimentar las discusiones en la barra del bar. No se puede entender la politica en España sin una abundante dosis de demagogia. Adoptar decisiones con equilibrio e imparcialidad, en la parte de la comunicación, que todo cargo electo debe manejar por respeto a todos aquellos a quienes gobierna, le hayan votado o no, es siempre una obligación. No se trata de renunciar a ideas ni de ser politicamente correctos, se trata de ser políticamente profesionales. Es una simple cuestion de formas.

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