Teresa sale a la calle cogido de la mano de su hijo.
Apenas medio kilómetro separa el portal de su casa de la entrada del colegio.
Una suerte que esté tan cerca. “Así cuando seas un poco más mayor, nadie tendrá
que acompañarte y podrás ir y venir a casa tú solo”, dice al pequeño que escucha
con atención hasta que ve el muro de la fachada del colegio. Se oyen gritos de
niños. El patio principal está justo detrás y los pocos minutos que quedan para
que den las nueve son aprovechados para jugar a la pelota o al escondite.
Teresa da un beso a su pequeño, que pone la mejilla con prisa y se marcha.
Apenas si tarda un instante en soltar la mochila al lado de una canasta de
baloncesto y sale corriendo buscando a sus amigos. Teresa sonríe. Disfruta de la
imagen del pequeño antes de dar la vuelta para marcharse. De camino a la
panadería, se da cuenta que ha olvidado el monedero y vuelve a casa.
“Luego bajaré a por el pan”, se dice mientras entra en la
cocina. Toma otra taza de café. Está aún caliente en la cafetera. Reclinada
sobre el fregadero, rodea con sus manos la taza de loza mientras deja que sus
ojos se pierdan en el líquido negro, que traza remolinos después de agitarlo
con la cuchara. Queda así un buen rato, en silencio. Mira hacia la habitación
de Emilio cuya puerta sigue cerrada. Volverá a levantarse tarde. Se queda hasta
las tantas con el ordenador, mirando páginas eróticas y de contactos. Lo supo
mirando en el historial del navegador, un día por casualidad. Hubo un tiempo en
que le importó; ahora ni si quiera tiene curiosidad. Enciende el portátil y va
rápidamente a su correo y a mirar ofertas de empleo. Todas las mañanas invierte
un par de horas en buscar trabajo. Con eso, preparar la comida y recoger al
niño, ya tiene las horas de la mañana ocupadas.
No recuerda cuando, en qué momento empezó a darse cuenta
de que su matrimonio se iba a pique. Todo parecía una nebulosa. Apenas había
dado a luz cuando las cosas entre Emilio y ella empezaron a torcerse. La
complicidad de antes, los continuos arrumacos, el hacer cosas juntos, todo fue
diluyéndose entre biberones, cambios de pañales y noches en vela. Poco a poco
fueron distanciándose. Y mientras la pareja naufragaba, el proyecto de familia
se mantenía; el niño, la hipoteca y el moribundo negocio familiar creaban ese
vínculo; donde hubo sentimientos, ahora solo quedaban obligaciones.
“Con lo bien que nos iba”, se repite una y otra vez. Los ingresos
empezaron a fallar; aquellos contratistas que tan bien pagaban antes, ahora no
hacían más que dar largas. No lo entendió nunca. Cómo nadie puede arruinarse
teniendo trabajo, tan solo porque no le pagaban. Era una cadena en la que unos
fallaban a los otros. Así dejaron de cumplir con los plazos del alquiler de la
maquinaria, con las nóminas de los albañiles que tenían contratados y que acabaron
en el paro. Tantos años de lucha difuminados de un plumazo. Aún les quedaba la
casa. Pensaba que era una tontería, pero Teresa sentía que cogía fuerzas imaginando
que algún día el niño podría ir al colegio solo, sin que nadie tuviera que
acompañarlo. Con esa idea compraron el piso por la zona; con la ilusión de
cumplir esa promesa ella seguía adelante.
Hora de salida. El patio vuelve a ser un hervidero de
críos gritando y corriendo. Teresa llega con el tiempo justo a posta. Los
corrillos habituales con otras madres son un incordio. Aún así no tiene más
remedio que saludar y contestar a alguna pregunta que quien la formula
bien sabe la respuesta. El niño llega a
la carrera cargado con un dibujo que ha hecho. “¡Mira mamá esto es para ti,
feliz día de la madre!” Si antes era ella la que buscaba su mejilla para
despedirse, es ahora él quien lo hace plantando en su cara un sonoro y húmedo
beso. Se estremece y sonríe. “Vamos cariño, que tenemos espaguetis para comer”,
le dice mientras coge el dibujo; eso le
vale que el niño la zarandee y casi la tire al suelo de la alegría. Adora comer
espaguetis. Vuelven los dos juntos, cogidos de la mano, caminando ese medio kilómetro
de ida y vuelta que es lo mejor del día.
Taller de Escritura Creativa. " La Escritura desatada"
Prof. Inés Mendoza. Texto nº 9
Prof. Inés Mendoza. Texto nº 9
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