Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 17 de agosto de 2012

Atrocidades ante la cámara

 Son de ese tipo de imágenes que impactan la primera vez que se visualizan, y que no terminan de creerse cuando se ven repetidas, si se tiene valor y estómago para hacerlo.  En mitad de una zona de rural árida con escasa vegetación, un grupo de personas de color mal vestidas y prorrumpiendo algún tipo de consignas se acercan hacia la zona donde se encuentra el cámara que graba la escena cuando, repentinamente, sin mediar palabra alguna, empiezan a escucharse una salva interrumpida de disparos de arma automática. La toma se abre para permitir ver a quienes disparan. Son miembros de un cuerpo de policía que apostados entre sus coches de patrulla disparan a discreción sin mediar palabra o gesto alguno. La escena dura unos segundos, apenas escasos, pero que se hacen eternos a medida que la retina capta lo que está pasando y la cabeza empieza a procesar la información y percatarse de lo que está ocurriendo. 

  La escena siguiente es dantesca; el objetivo registra los pasos cautos de los policías que han disparado y que se acercan a sus victimas exangües. Al fondo una pila de cuerpos inmóviles yace en mitad del inhóspito paraje. Parece percibirse algún leve movimiento en alguno de los mismo que abriga la esperanza de que pueda estar herido.Se cuentan por decenas los cuerpos esparcidos a lo largo del suelo.

   Al menos 34 trabajadores, según las primeras estimaciones, murieron y 78 resultaron heridos por disparos de la policía en el conflicto de la mina de Lanmin en esa localidad, ubicada a unos 100 kilómetros al noroeste de Johannesburgo, según las cifras que el comisario nacional de la Policía, Riah Phiyega, facilita en rueda de prensa; Para justificar la acción afirma que  "Los agentes, para proteger sus vidas y en defensa propia, se vieron obligados a responder con fuerza". 

  Jacob Zuma, Presidente sudafricano, ha regresado apresuradamente desde Mozambique, donde se encontraba para asistir a una cumbre regional, declarando que se encontraba "conmocionado y en estado de choque" tras los incidentes de ayer, los peores de este tipo desde el fin del régimen racista del Apartheid en Sudáfrica en 1994.

  Las imágenes hablan bien a las claras por sí solas; bien es cierto que dan una imagen aislada de un conflicto que lleva una semana activo y que se ha visto jalonado por otros actos violentos protagonizados por ambas partes ( manifestantes mataron a dos guardias de seguridad tras haber prendido fuego a su coche, y un día después, las fuerzas de seguridad no pudieron detener a otro grupo violento, que acabó con la vida de dos trabajadores y dos policías.); aún con eso, no dejan de reflejar la brutalidad de un acto desmedido y excesivo y muy poco calculado que amenaza no solo con aumentar las protestas de los mineros, que piden aumentos de sueldo y mejoras en las condiciones de vida,  si no que suponen un retroceso terrible en la imagen percibida en el mundo de la aún incipiente África del Sur. Poco a poco la comunidad internacional levanta el grito en el cielo pidiendo explicaciones por un acto que a tenor de lo visto, parece inexplicable. Antes o después se depurarán responsabilidades que han de ser categóricas y explícitas si se quieren cortar por lo sano las acusaciones cada vez menos veladas de una falta de transición real de un país que aún tiene muy presente el régimen segregacionista del apartheid.

  Una vez más unas simples imágenes grabadas en el momento oportuno y difundidas por los medios han servido para hacer público un caso de violencia injustificada; han logrado dar publicidad a un caso que en otras circunstancias se silenciaría por temor a levantar ampollas en la opinión pública. El poder de los medios tan temido por dirigentes de toda clase y condición vuelve a erigirse de protagonista en un mundo cada vez más globalizado y mejor informado.

  Vean... y juzguen.
  

 

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