Un escéptico no profesa fe alguna, mira a la realidad a la cara, sin elucubraciones; asume serenamente su estado de conocimiento, el de este momento, el de ahora, no el que puede ser, y siempre con prudencia, sin dar por seguro o definitivo nada. No cierra puertas a posibles visiones, pero no se presta a monsergas que carecen de certidumbre alguna. Es enemigo acérrimo de las conjeturas, de las denominadas teorias osadas. Solo la ignorancia da el paso desde la prudencia a la aseveración rotunda, sin tener nada sólido bajo los pies.
jueves, 4 de febrero de 2016
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