Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




viernes, 11 de enero de 2019

Jose´s Bar

 Un sábado frío, propio de comienzo de año, tarde aburrido en casa, con aires de resaca una vez acabadas las navidades. Suena el teléfono,un mensaje de whatsapp que sugiere quedar a tomar algo.  Te vistes y sales a la calle. Por una vez no quedas por tu zona, ni por el centro. Otro barrio de las afueras es el lugar elegido. 

 Sales de una boca de metro que no has pisado en tu vida, una de esas que se han hecho en los últimos quince años, fruto de la vorágine constructora que llevó a Madrid a desparramarse a través de su periferia y al metro a prolongar sus ya extensos kilómetros de túneles en los años locos de horadar el subsuelo para hacer de esta ciudad un auténtico queso de gruyer.

 Tu amiga es puntual; ateridos de frío os vais los dos a un Museo del jamón, uno de nueva cuña, de un tamaño que más parece una tienda de muebles que un bar de raciones y jamones. Sabes que es la primera caña, una caña de paso; la quedada requerirá de un garito con más enjundia. Apenas media hora después salís nuevamente en busca de posada.

 La  Avenida de Córdoba de aceras nuevas y anchos carriles de circulación pronto se topa con una glorieta que anuncia la vuelta al Madrid de siempre. Sin daros cuenta os habéis plantado en el inicio de Marcelo Usera, "esto parece el barrio chino, se han quedado con todos los bares y tiendas de la zona, a ver donde nos metemos",dice tu compañera de paseo, casi arrepentida de haberte sugerido quedar en Almendrales en vez de hacerlo en Legazpi. La caminata que tiene visos de convertirse en un mal trago, pronto encuentra arreglo convirtiéndola en un mal menor, anécdota a comentar en las sucesivas cervezas que vendrán después. Subiendo por la calle en la acera de enfrente aparece el Jose´s.

 Con hechuras de pub irlandés pero adornado como una cervecería alemana, pronto nos escurrimos en su interior. Con una luz difuminada y música baja que proviene de un canal de TV para nostálgicos, nos acomodamos en uno de los sofás y pedimos un par de pintas. Esto es ya otra cosa. Mi amiga nota que me disperso, que miro y remiro el lugar donde nos hemos metido, como si mi memoria quisiera traerme recuerdos de aquel sitio, como si ya hubiera estado allí.

 De repente se me enciende la lucecita. Claro que he estado. Detrás de la barra, el dueño, me refresca la memoria inmediatamente. Visiblemente envejecido, pero es él, el mismo que veinticinco años atrás me ofreció trabajo de camarero por mediación de mi amigo Jaime,a poco de llegar yo a Madrid. Su rostro casi cincelado. de formas geométricas y su corta estatura le delatan. Una sonrisilla me viene a la cara, y con ella los recuerdos de mi llegada a la ciudad. 

 Mi compañera de la cita demanda mi atención y rápidamente la pongo en situación. Atropelladamente le cuento anécdotas y recuerdos de a poco de poner los pies aquí, cuando todo era enorme e inabarcable y parecía estar muy lejos y ser poco manejable. Aquellos primeros meses de novatada, meses decisivos que hacen que adores o reniegues de esta ciudad, los viví con una intensidad como pocas veces más he tenido en mi vida. Fueron días de recorrerme la ciudad de punta a cabo, saltando de una linea de metro a otra, andando hasta cansarme por zonas que nunca más he vuelto a pisar,sabedor de que cuando me aburriera de hacerlo solo tenía que buscar una boca de metro para volverme a mi residencia de estudiantes. Días de perderme en el Rastro, cuando en la callejuela de las mascotas vendían animales, llegue a ver un burro en una esquina, y no jaulas vacías para canarios y collares para perros como ahora.

  Aquel Madrid atiborrado de tubos de escape,  me olía a churros y a calamares, a bufandas de lana en invierno y a geranios en verano, con ese frescor mañanero que daba al aire una sensación de pureza que hace que sea una bendición madrugar en Julio. Veinticinco años después sigue oliéndome a lo mismo.

 Enfrascado en mil anécdotas y en cuantas veces fui al Jose´s a tomar cerveza, le fui desgranando a mi amiga casi sin querer mi desembarco en el Foro, aquellos días en que Madrid me acogió con toda su dureza, de calles enormes y gentes con prisa, y como poco a poco fue engulléndome con mi consentimiento hasta el punto de mutarme la piel y convertirme en un vecino más.

 ¡Qué ricas me supieron las cervezas! No hubo margen para la nostalgia. Se añora lo que se echa en falta, y a mi Madrid me sobra, para mi fortuna. Entre otras cosas porque aún hay garitos como el Jose´s que me recuerdan de donde vengo y por qué vivo donde vivo. 

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