Motivación existencial

Ricón para pequeñas reflexiones ahora que las puestas de sol se ven desde los cuarenta...
por Dondo Moreno




lunes, 23 de abril de 2018

camisetas amarillas



Esta vez no ha sido la sonora pitada a la llegada del Rey al palco, ni las banderas esteladas, alternativa popular entre las huestes soberanistas a la tradicional Senyera. La polémica ha venido servida por la prohibición de entrar al recinto donde se celebraba el partido con camisetas amarillas, la mayor parte de ellas con algún mensaje relativo a los políticos procesados que están en prisión preventiva.

¿Se conculca con esa requisa el derecho a la libertad de expresión?, ¿Es correcta la actuación de la policía a instancia de las autoridades?

Que política y deporte no casan bien, no es un secreto a voces. Los valores que una y otra cosa han de promulgar ni de lejos pueden acercarse. Impedir que uno manifieste lo que quiera cuando quiera, no está bien, pero utilizar un evento deportivo para hacer propaganda política seguramente tampoco.

Mientras veía por televisión las imágenes de algunos aficionados quitándose la susodicha camiseta a instancias del funcionario policial que así le instaba a hacerlo, y observando que ninguno de los interpelados hacía por resistirse o simplemente dar marcha atrás en señal de protesta, me preguntaba qué hubiera hecho yo en su misma situación. ¿Habría entrado al estadio? Y si hubiera sido que no, ¿Qué habría ocurrido si todos hubieran hecho lo mismo y se hubieran negado alegando que se había conculcado su derecho a la libre expresión?  

Hubiera sido una imagen impactante, ver una buena parte del graderío reservado a los aficionados de ese equipo vacío. Habría sido un gesto mucho más significativo que la ya desgraciadamente tradicional pitada al himno, o que sacar a paseo banderas con o sin estrellas.

Pero claro, el sacrificio hubiera sido tremendo: ¿Qué es más importante, luchar por la libertad o ver el fútbol? El precio de la entrada, el gasto del viaje, volver a la ciudad  y que te digan si eres tonto, que por qué no has entrado…

El fiel de la balanza ha hablado.

París bien puede valer una misa, pero Catalunya no vale ni perderse un partido de fútbol. 


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